Un cuento para los más pequeños
Con los siguientes personajes:
Ruskus Patruskus
Un payaso despistado, soñador y un poco llorón.
Trenet Xumet
Una pequeña locomotora que adora viajar por todas partes.
Pipo Corocó
El gallo inventor, siempre pensando en nuevas ideas.
Ese día Ruskus Patruskus y su amigo Trenet Xumet estaban muy contentos. Habían salido a pasear.
Hacía un día radiante. El sol brillaba, no hacía ni frío ni calor y los dos se sentían muy bien.
Trenet Xumet, un pequeño trencito muy simpático, corría contento por la vía. Llevaba a encima a Ruskus, y le salía una bonita humareda blanca de la chimenea.
Sus ruedas hacían un suave ruidito metálico: chuc-chuc… chuc-chuc… chuc-chuc…
Trenet Xumet dijo:
—¡Qué paseo tan bonito! La vía sigue hasta el Puente Viejo, que atraviesa un precipicio muy alto, y luego continúa hasta el Bosque de las Secuoyas. Las secuoyas son unos árboles enormes… ¡y muy antiguos!

Ruskus le contestó:
—¡Qué ganas tengo de ver esos árboles gigantes! Es verdad que son tan…?
Pero Ruskus no terminó la frase. Trenet Xumet clavó los frenos en seco, y las ruedas chirriaron ruidosamente mientras frenaba:
¡¡¡CHIIIIRRRRR!!!…
Cuando la pequeña locomotora finalmente se detuvo, el pobre Ruskus, asustado, exclamó:
—¿Qué pasa? ¿Por qué has frenado así? Qué…?
Entonces Ruskus vio algo terrible: ¡el Puente Viejo se había derrumbado! Los raíles de la vía colgaban desbaratados sobre el gran precipicio.
La vía de tren estaba interrumpida. ¡No había manera de pasar al otro lado!
Ambos dijeron a la vez:
—¿Y AHORA QUÉ HACEMOS?
Una visita inesperada
Ruskus Patruskus y Trenet Xumet se pusieron muy tristes. Tantas ganas que tenían de ver las fantásticas secuoyas, y ahora… ¡qué desilusión!
Los ojos de Ruskus se llenaron de lágrimas, y se puso a llorar ruidosamente:
¡¡¡BUAAAAAAAA!!!
De repente, Trenet Xumet dijo:
—¿Qué es ese ruido?
—¿Qué…? ¿Qué quieres que sea? Soy yo… ¿No ves que estoy llorando? ¡¡¡BUAAAAAAAA!!!
Trenet Xumet insistió:
—¡Shhh…! ¡Silencio! Para de llorar, ¡y escucha!
Todavía sollozando, Ruskus presto atención. Entonces lo oyó. Era una especie de grito, pero muy, muy lejano:
“Uuuaaaaaahhhhhh!…”
Ruskus dijo:
—¡Tienes razón! ¡Ahora también lo oigo! Es como… como si alguien gritase desde muy lejos. ¡Que extraño!… Juraría que ya he oído ese grito antes.
Trenet Xumet miró alrededor, y lo vio todo desierto. No se veía a nadie por ninguna parte. Dijo:
—Pero… ¿de dónde viene ese grito? Aquí no hay nadie más, aparte de nosotros dos. ¡Qué misterio!
Entonces Trenet Xumet alzó los ojos al cielo y, sacando una humareda negra por la chimenea, gritó:
—¡Allá! ¡Mira, en el cielo! Un globo aerostático… ¡y viene hacia aquí!
Era verdad. Un estrafalario globo aerostático de color verde bajaba del cielo a gran velocidad, e iba directamente hacia el lugar donde estaban Ruskus y Trenet Xumet.
Ruskus Patruskus gritó, asustado:
—¡Nos caerá encima! ¡Nos aplastará!
Por suerte el globo no les cayó encima, sino unos cuantos metros más allá, haciendo un gran estruendo:
¡BUUUMMM!…
Se levantó una gran nube de polvo, mientras que el enorme globo se desinflaba lentamente y quedaba desmadejado por todas partes.
Trenet Xumet dijo:
—¡Pobre piloto, debe de estar malherido! ¡Corre, vamos a ayudarle!
Trenet Xumet y Ruskus Patruskus se acercaron rápidamente, y entonces sintieron una vocecita que se quejaba:
—¡Ayayayayayyy!… ¡Qué daño!… ¡Me he hecho mucha pupa! ¡Quiero a mi mamá, quiero a mi mamaaá!…
Ruskus Patruskus dijo:
-No puede ser! Es la voz de… de…
Entonces se desvaneció la nube de polvo, y ambos pudieron ver la cara del piloto. Trenet y Ruskus gritaron a la vez:
—¡¡¡PIPO!!!
En efecto, el piloto del globo aerostático no era otro que su viejo amigo: ¡el profesor Pipo Corocó!
El último invento de Pipo Corocó
Ambos comenzaron a hacerle un montón de preguntas:
—Pero Pipo… ¿qué ha pasado?
—¿Qué haces aquí?
—¿Cómo es que estabas pilotando un globo?
Pipo volvió a gemir:
—¡Ayayayayyy!… ¡Cuánta pupa, cuánta pupaaa!… ¡Me duelen todas las plumas!
El pobre Pipo tenía, en efecto, muy mal aspecto: todas las plumas las tenía de punta, no se aguantaba en pie y los ojos le bailaban de un lado a otro.
Ruskus Patruskus lo miraba boquiabierto, aunque sin entender nada.
—¡Pero Pipo, habla, por favor! ¿De donde ha salido este globo?

Entonces, de repente, a Pipo Corocó se le fueron todos los males. Recuperó instantáneamente la energía, y dijo con orgullo:
—¡Lo he hecho yo! Es mi último invento: ¡el Globo Corocostático! ¡Con este globo daré LA VUELTA AL MUNDO!
Tren Xumet chirrió las ruedas:
—¿La vuelta al mundo? ¿Con esto? Pero… ¿te parece que es seguro?
—¡Por supuesto! Lo que pasa es que, con las prisas por salir, me olvidé el combustible del quemador del globo.
Ruskus no lo entendía:
—¿Tu globo necesita un quemador? ¿Para qué? ¿Para tostar el pan del desayuno?
Pipo se rió:
—¡Jajaja!… ¡No hombre, no! Necesito hacer fuego porque los globos aerostáticos se elevan con aire caliente.
Pipo miró alrededor, desconsolado.
—Pero me he metido en un buen lío: ¡he caído justo en medio de la nada! No sé cómo conseguiré combustible para que vuelva a despegar mi globo.
Trenet Xumet se lamentó:
—¡Pues nosotros también estamos varados! Queríamos ir al Bosque de las Secuoyas pero… ya lo ves. El Puente Viejo se ha derrumbado, y no podemos continuar nuestro camino.
Ruskus suspiró:
—¡Parece que los tres nos hemos quedado sin aventura!… ¡¡¡BUAAAAAAA!!!
Una idea luminosa
De pronto los ojos de Trenet Xumet se iluminaron, y dijo en voz alta:
—¡Tengo una idea!
Ruskus Patruskus paró de llorar en seco. Trenet Xumet continuó:
—¿Y si uniéramos nuestras fuerzas para salir de este lío?
Pipo Corocó y Ruskus Patruskus le miraron sin entender nada. Pipo dijo:
—¿Qué quieres decir? No veo cómo: tú eres un tren, y yo tengo un globo que…
Trenet terminó la frase:
—¡…QUE FUNCIONA CON AIRE CALIENTE! ¿Y qué es lo que sale por mi chimenea? Justamente eso: ¡HUMO! ¡AIRE CALIENTE!
Entonces Pipo entendió lo que quería decirle Trenet Xumet. Pipo se entusiasmó:
—¡Claro! ¡El humo de tu chimenea está muy caliente! Con eso quizás podríamos hacer despegar el Globo Corocostático!
Ruskus Patruskus se puso muy contento:
—¡Qué gran idea! Así nosotros podríamos aprovechar para volar por encima del precipicio y llegar hasta el Bosque de las Secuoyas! ¡Y tú podrías llegar hasta una gasolinera y comprar el combustible que necesitas para poder continuar tu viaje!
Sin perder tiempo, Ruskus y Pipo ayudaron a Trenet Xumet a subir a la cesta del globo. Una vez dentro, Trenet Xumet comenzó a echar humo por la chimenea, tanto como podía.
Poco a poco, el gran Globo Corocostático se empezó a inflar.
Los tres gritaron:
—¡¡¡Funciona!!!
Cuando el Globo Corocostático estuvo llenó de aire caliente, poco a poco empezó a despegar. ¡Qué alegría más grande! Todos se pusieron muy contentos: ¡estaban volando!
Pipo Corocó dijo:
—¡Qué suerte! El viento sopla justamente en dirección al Bosque de las Secuoyas, y justo al lado de la carretera hay una gasolinera.
Ruskus y la pequeña locomotora no se lo podían creer: ¡estaban volando en globo! ¡Qué viaje más maravilloso! Los tres disfrutaban con los pájaros, las nubes y el aire de las alturas. Era todo tan diferente allá arriba…
Ruskus señaló el horizonte con el dedo:
—¡Mirad, ya veo las secuoyas!
En efecto, el bosque de los árboles gigantes apareció majestuoso ante sus ojos. Trenet Xumet redujo la cantidad de humo que salía de su chimenea, y poco a poco el globo comenzó a bajar. Aterrizaron junto a la gasolinera, rodeados por secuoyas gigantes.
Los tres bajaron. Pipo cogió un bidón y fue a buscar combustible. Trenet pitó de contento. Ruskus Patruskus miraba los árboles boquiabierto. ¡Eran muy altos!
Todo era maravilloso.
¡Buen viaje, Pipo!
Al cabo de quince minutos, Pipo Corocó dijo:
—Bien compañeros, esto es muy bonito, ¡pero yo me voy! Ya tengo todo el combustible que necesito, y el Globo Corocostático está preparado para partir.
En efecto, el fantástico Globo Corocostático volvía a estar completamente hinchado, y listo para reemprender el viaje.
Ruskus dijo:
—¿Así qué, Pipo? ¿De verdad te irás a dar la vuelta al mundo?
Las plumas de Pipo se tiñeron ligeramente de rojo:
—Bueno… ejem… la verdad es que… me he dado cuenta de que soy demasiado glotón como para hacer un viaje tan largo. Ahora mismo… ¡ESTOY MUERTO DE HAMBRE! Así que me vuelvo a casa… ¡a comer!
Los tres estallaron de risa. ¡Pipo Corocó no cambiaría nunca!
Ruskus y Trenet se despidieron de él, y ambos se quedaron mirando como despegaba el Globo Corocostático mientras le decían adiós con la mano.

Trenet Xumet dijo:
—Ahora que lo pienso, yo también tengo un poco de hambre… Las secuoyas son muy bonitas, pero… ¡creo que preferiría volver a casa a comer!
Se le hacía la caldera agua pensando en un buen montón de leña con un poco de carbón. ¡Mmm, que bueno!
Rukus le dijo:
—¡Vámonos, entonces! ¡Yo también tengo mucha hambre! Mira Trenet, allá está la vía de tren que nos llevará a casa. Sólo necesitamos seguirla al revés de como hemos venido, y llegaremos a… a…
Ruskus se quedó helado. Trenet Xumet lo miró:
—¿Qué te pasa, Ruskus? ¿Qué tienes?
Ruskus le dijo, desesperado:
—¡El Puente Viejo! ¿No te acuerdas? ¡Se ha derrumbado! ¡Lo pudimos cruzar gracias al Globo Corocostático! Pero ahora que Pipo se ha ido… ¡ya no podremos volver a casa!
—¡Es verdad! ¿Y ahora qué hacemos?
Ambos levantaron los ojos al cielo. El Globo Corocostático se elevaba cada vez más… y más…
Ruskus Patruskus y Tren Xumet gritaron tan fuerte como pudieron:
—¡PIPOOO!… ¡VUELVE POR FAVOOOR!…