Cuando empecé en este oficio, las primeras actuaciones que hice fueron en el ámbito de la animación infantil. En aquella época una de las cosas que más me hacía sufrir era no saber cómo mantener el control de los niños durante el espectáculo.
Muchas veces la actuación terminaba en medio de un caos total, con los niños gritando y corriendo descontrolados por todas partes, llevándose mis cosas y desmenuzando todo lo que había preparado con tanto cuidado e ilusión.
Un desastre total.
A menudo regresaba a casa diciéndome que lo dejaba para siempre.
Por suerte no lo hice, y con el tiempo aprendí algunas técnicas que me han sido muy útiles para mantener el control de los niños durante mis representaciones.
Antes de la función
Te ayudará mucho a mantener el control de los niños si le prestas atención a tres aspectos:
- El espacio
- La voz
- Los factores externos
1. El espacio
En las funciones sin entarimado y con los niños sentados en el suelo, es conveniente delimitar físicamente el área de actuación de tal forma que esté claramente diferenciada del área del público.
Cuando los niños se sientan en el suelo tienen la tendencia de irse acercando lentamente al artista durante la función.
De hecho, puedes acabar rodeado de un mar de niños ¡y sin sitio para moverte!

En estos casos, la única opción que te queda es parar continuamente la función y pedirles que se retiren un poco, lo cual es muy malo para el ritmo de la obra.
Algunos magos extienden en el suelo una cuerda, y le dicen a los niños que aquella es una “cuerda mágica”, y que si alguien la atraviesa sin permiso “toda la magia se irá”.
Personalmente tengo el hábito de delimitar el espacio con cinta señalizadora, como la que se utiliza en la construcción para acordonar y que se puede encontrar en cualquier ferretería.
La puedes pegar al suelo con cinta adhesiva alrededor de la zona de actuación.
Es una señal visual muy efectiva ya que, sin decir nada, los niños entienden claramente que aquella cinta significa “NO PUEDES PASAR”.
2. La voz
En las fiestas infantiles, los niños pueden llegar a hacer un ruido impresionante.
Si tu voz no es más potente que el ruido que hace tu público, los niños no te escucharán bien y pronto perderás la atención y el control de los pequeños.
A partir de 70 u 80 niños es muy recomendable utilizar un micrófono, preferiblemente inalámbrico.
3. Los factores externos
Hay algunos aspectos externos que también pueden influir en que los niños se descontrolen durante la actuación: la hora del día, la temperatura, la actividad que los niños hayan hecho antes…
Por ejemplo, en las funciones en las escuelas suele ser más difícil mantener el control del público cuando la función se hace después de la hora del patio, ya que los niños vienen alborotados de correr, gritar y jugar.
Por otra parte, he comprobado que los peores días para actuar en las guarderías son los lunes o después de un festivo, seguramente porque los pequeños vienen de pasar unos días tranquilamente en casa.
Si no hay más remedio que actuar en condiciones poco favorables, quizás lo puedas compensar parcialmente ajustando sutilmente el ritmo o la intensidad de la actuación.
Durante la función
Estas son algunas de las técnicas que me han resultado más útiles para mantener el control de los niños en los momentos críticos de la representación.
1. Cuando el ayudante se gira en tu contra
Imagínate que estás haciendo un truco de magia y que tu ayudante debe sujetar algún objeto, por ejemplo la varita mágica.
En el momento en que extiendes la mano para volver a tomar la varita, el ayudante aparta la varita rápidamente y se te queda mirando con una sonrisa traviesa, y sin la menor intención de devolvértela.
Ahora él es el protagonista… a costa tuya. Todos los otros niños ríen encantados, pero tú estás a un paso del precipicio: en ese momento crucial tienes todos los números para perder totalmente el control de tu espectáculo. 😯
En mis primeras actuaciones padecí muchas situaciones como esta. En aquel entonces simplemente intentaba ser más rápido y recuperar la varita en una distracción, antes de que el niño tuviera tiempo de mover la mano.
No te lo recomiendo. Si lo haces pueden pasar dos cosas, y ambas son malas:
- el niño es más rápido que tú y te vuelve a “ganar”, apartando la varita antes de que tengas tiempo de recuperarla, lo que te dejará en una situación aún peor que antes…
- eres más rápido que él y consigues recuperar tu varita mágica, lo cual también es malo porque… ¿qué has demostrado? Que le has “ganado” a un niño… Bastante patético, ¿verdad?
Además, el niño se sentirá mal, y posiblemente te volverá a hacer pasar un mal rato a la primera oportunidad que tenga.
Entonces, ¿qué hay que hacer en estos casos?
Nada. No hay que hacer nada.
Si el niño te aparta la mano, míralo con naturalidad y dile, por ejemplo: “ah, vale, quédate con la varita”, y continúa dirigiéndose directamente al público como si no hubiera pasado nada.
De esta manera le quitarás protagonismo a tu travieso ayudante, que se quedará desconcertado con la varita en la mano, y sin saber muy bien qué hacer a continuación.
En efecto, tarde o temprano se dará cuenta de que su juego ya no tiene ninguna gracia y te devolverá la varita, o tal vez la tirará al suelo antes de volverse a sentarse.
Hay otras variantes de este caso. Tal vez un niño del público de repente se levanta, te quita algún objeto y vuelve corriendo a sentarse, riendo y con tu objeto bien sujeto entre sus manos.
La solución es la misma de antes: déjalo hacer. No tienes que competir con él, porque perderás siempre. Sonríele cariñosamente, deja que se lo quede y continúa con tu actuación sin hacerle más caso.
Algunos minutos después quizás podrás acercarte y tratar de coger el objeto con naturalidad, sin darle ninguna importancia.
También es muy posible que él mismo te lo devuelva espontáneamente. Y si no es así, siempre lo podrás recuperar cuando haya terminado la función.
2. El peor espectador puede ser el mejor actor
A veces hay funciones en que la mayoría de niños están muy atentos, pero hay uno que se dedica a molestar, haciéndose notar tanto como puede.
En lugar de llamarle continuamente la atención, hay una alternativa más atrevida: elegirlo como ayudante en el siguiente número.
Es un poco arriesgado, pero a menudo sale bien.
Todo lo que este niño quiere es ser el centro de atención, y ahora tiene la oportunidad de ser la estrella del espectáculo durante unos minutos. Al terminar el número, pídele un fuerte aplauso y despídelo efusivamente.
Después de esto se quedará mucho más tranquilo, y posiblemente ya no te dará ningún otro problema.
3. Premiar la actitud correcta
La mayoría de niños se mueren de ganas por participar en el espectáculo. Casi todos quieren salir y ayudar al artista a hacer la función: disfrazarse, actuar, ser el ayudante del mago… ¡lo que sea!
Esta ilusión por participar también se puede aprovechar para mantener el control de los niños.
Imagínate que la función se está descontrolando: algunos niños se levantan, otros charlan, hay algunos que se dedican a molestar…
Todo pinta muy mal.
Si en ese momento dices: “¿hay alguien que me quiera ayudar?”, seguramente se producirá un gran alboroto y muchos levantarán la mano, se pondrán de pie y gritarán: “¡yo, yo!…”.
En esos casos a veces digo la siguiente frase, un poco tonta pero muy efectiva:
“Según el artículo 345 del reglamento del Sindicato de Payasos, solo podrán salir a escena los niños que estén… ¡EN SILENCIO!… ¡BIEN SENTADOS!… ¡Y CON LA MANO BIEN LEVANTADA!”.
Si algunos siguen gritando “¡yo, yo!…”, los señalo con el dedo y les digo: “no estás en silencio, así que no puedes participar”. Pronto todos están bien sentados, con la mano levantada… ¡y en silencio!
Una vez que haya salido el primer niño y todos hayan visto lo bien que se lo ha pasado, la próxima vez te costará menos conseguir que hagan silencio.
4. Quedarse uno mismo en silencio
Esta técnica a veces la utilizan los educadores para poner orden en clase. Consiste en dejar de actuar, quedarse quieto y mirar seriamente a los niños, en clara actitud de esperar a que hagan silencio para poder continuar.
No hace falta decir nada. Si el espectáculo es bueno, la mayoría de niños querrán seguir viendo la actuación, y pedirán espontáneamente a los más ruidosos que se callen.
5. La ducha de agua fría
Es el último recurso y el más radical. Consiste en salir del personaje y advertir claramente a los niños que, si no hacen silencio, el espectáculo se acabará.
Cuando lo hago, me saco la nariz de payaso antes de hablar.
Esto les produce un shock, es una auténtica ducha de agua fría para los niños, que se dan cuenta de que ahora ya no les habla el personaje sino el actor.
Esto les impacta bastante y suele funcionar.
También puedes pedir a los adultos presentes (padres, educadores, etc.) que te ayuden a mantener el orden.
Si has perdido el control del público…
En lugar de torturarte pensando en lo mal que te ha salido la función, es más positivo tratar de averiguar qué puede haber fallado.
Quizás el problema está en la obra y no en el artista. Si los niños se han descontrolado, hay tres preguntas que conviene que te hagas respecto del espectáculo:
- ¿Tiene la duración correcta?
- ¿Es adecuado para la edad del público?
- ¿Tiene la estructura adecuada?
1. ¿Tiene la duración correcta?
Es posible que la obra sea demasiado larga.
En general, los niños no suelen aguantar la atención de forma continuada más de 40 o 50 minutos.
El nivel de atención de los niños en edad preescolar es aún menor. Mis espectáculos para guarderías, por ejemplo, sólo duran unos treinta minutos.
2. ¿Es adecuado para la edad del público?
Quizás no haya nada de malo en tu espectáculo, y el problema sea simplemente que la edad del público no es la adecuada.
El concepto “público infantil” es demasiado amplio, y hay que precisar para qué edad es más adecuada la obra.
Cada franja de edad es diferente, y el mismo espectáculo que puede encantar a un niño de 3 años posiblemente aburra a uno de 10.
Si quieres abarcar una franja de edad más amplia, el truco consiste en trabajar al mismo tiempo en diferentes niveles e incluir, en la misma obra, elementos que gusten tanto a los pequeños como a los mayores.
3. ¿Tiene la estructura adecuada?
Un espectáculo se compone de diferentes números o escenas. Es necesario que las escenas estén enlazadas adecuadamente y en el orden más efectivo.
Si la estructura de la obra no es la correcta el ritmo tampoco lo será, y pronto los niños se aburrirán y perderás el control de tu público.
Si intuyes que tal vez hay un problema en el ritmo de la obra, prueba a ver qué pasa si cambias el orden de los números.
A menudo un espectáculo que “no funciona” puede llegar a funcionar sin añadirle ni quitarle nada, únicamente cambiando el orden en que se suceden los diferentes números.