La ciencia se basa en la observación, y los niños son unos observadores maravillosos. A menudo se fijan en cosas que a los adultos nos pasan desapercibidas.
Te pondré un ejemplo.
Un día de otoño de hace unos años, mi hijo Pau y yo íbamos caminando a la guardería. Pau se detuvo para buscar unos cuantos caracoles. El tiempo era húmedo, y los encontramos con facilidad entre las hierbas.
Le hizo mucha ilusión cogerlos él mismo con sus deditos para llevárselos a su maestra.
Una observación interesante
Meses después, en verano, volvimos a pasar por el mismo camino. Hacía mucho calor.
Pau miró el lugar donde meses antes había encontrado los caracoles, y vio que ya no había. “Papá, ¿por qué ahora no hay caracoles?”, me preguntó. “Porque hace mucho calor”, le contesté medio distraído, absorto en mis pensamientos.
“¿Y dónde están los caracoles cuando hace mucho calor?”, insistió Pau.
Me detuve, le miré y le sonreí. Yo nunca me había preguntado dónde se iban los caracoles cuando hacía mucho calor.
¿Se van a un lugar más húmedo? ¿Se meten bajo tierra? ¿Hibernan?
¿O quizás simplemente se mueren?
Entonces Pau sólo tenía 3 años y, sin embargo, hizo lo primero que hubiera hecho cualquier científico: una observación, seguida de una pregunta.
Este es, en efecto, el primer paso del método científico.
Acercar la ciencia a los niños
El punto de la anécdota de Pau y los caracoles es que, en mi opinión, la esencia del método científico no es tan diferente de la forma de ser de los niños.
Los niños y el pensamiento científico se alimentan de la misma raíz: la curiosidad.

Después de mucho tiempo de dedicarme a la animación de fiestas infantiles, un día se me ocurrió que un espectáculo infantil de clown podía ser una buena manera de entusiasmar a los niños por la ciencia. Esto me motivó a crear el espectáculo infantil Missió Setciències.
La obra es una aventura espacial muy divertida interpretada por una especie de “detective científico”.
Su misión consiste en encontrar un par de extraterrestres escondidos en un planeta misterioso.
Para conseguirlo los niños deben seguir los tres pasos básicos del método científico: (1) observación y pregunta, (2) formulación de una hipótesis, y (3) comprobación experimental.
La respuesta de los niños a este espectáculo científico fue fantástica, y se sintieron plenamente identificados con ese detective científico tan curioso y observador.
¿Y qué pasa con los caracoles?
Y volviendo al principio: ¿a dónde se van los caracoles en verano?
La respuesta es muy interesante y la encontré en la Wikipedia: cuando hace mucho calor y poca humedad, los caracoles buscan lugares de sombra entre las hojas, o bien suben encima de árboles y postes.
Entonces entran en una especie de letargo llamado estivación: para no deshidratarse, bajan el ritmo de su metabolismo y sellan la apertura de la cáscara con una membrana, y así resisten hasta que llegan tiempos mejores.
En este sentido, todos somos un poco caracoles.